Normalmente, la mayor razón para preguntar si se ha tosido, es que la tos ha sido malograda, de tal modo que el receptor del sonido de la tos flaquea en su comprensión del hecho.
Ha sucedido, por ejemplo, que una persona contacta a otra por medio de algún software, de tal modo que se establece una conexión remota entre dos personas con audio y video incluidos. Ha sucedido muchas veces eso. Pero supongamos que en algún momento de la conversación, uno de los interlocutores necesita buscar algo, por lo que se disculpa del siguiente modo: esperate un momento, voy a buscar algo aquí en mi oficina; en ese lapso, una persona ajena a la conversación tose, pero malogra su tosido y genera confusión para el interlocutor que está del otro lado de la conexión remota. Aquí viene lo lindo: podríamos preguntarnos si la confusión no es extendible hacia quien se encuentra buscando algo en su oficina, sin embargo vamos a aislar los casos para que el estudio tenga la especificidad requerida. Hubiera sido absurdo haber dicho que venía algo lindo a decirse si lo dejáramos así, pues evidentemente lo lindo tendría que tener algo de nuclear y aquello que se dijo que iba a serlo, fue más bien una salvedad.
Lo absurdo es al loco como el chiste es al buey: nunca ríe, ni siquiera provoca, en fin, no es nada.
Continuamos entonces, con que uno de los interlocutores que utiliza el software, quien podríamos decir que se encuentra, digamos, en México, encuentra una incógnita en el tosido escuchado y de inmediato su rostro formula la pregunta por intuición, pero como el otro no lo está viendo sino que está buscando algo, es requerida una verbalización de la formulación que hizo anteriormente, del siguiente modo: ¿Vos tosiste? Aunque la pregunta no es resueltamente cortés, lo es suficiente para dos personas que sean hermanas o amigas de alta estima.
En el marco de este estudio vamos a comenzar por suponer aquello y pronto veremos cómo haría un padre o una madre. Por supuesto que el tosiente no es quien contestará la pregunta, por no ser integrante de la conversación, sino el hermano de quien pregunta desde territorio mexicano. La respuesta será: no. En ese momento acabará la conversación al respecto, sin que el tosiente haya tenido parte, más que por su tos desvirtuada. Su única posibilidad de actuación, es intentar tener en consideración la conversación remota, para recatarse y no toser nuevamente con un influjo de sonidos informes y garabateados, como un conjunto de insultos repetidos con esperpento, sino galantemente emitir una cadencia de sonidos cortos y leales, disimulando desde el gargajo hasta la resequedad.
En caso de estar un amigo de alta estima en otra oficina y sorprenderse por una forma de tos desvirtuada, no es de obviar que su rostro se iluminará, no de alegría sino de una curiosidad atropellada (es como un alegrón de burro que se precipita en su finalización, o sea, nunca llega a ser un alegrón sino un alegrín, pues pinta en labios una duda pincelada de risa, pero ante la mirada cariñosa de algún testigo por la expectativa que genera el gesto, se incomodaría obligado a decepcionarlo e iría a fijarse, ya cansado, ya torpe, ya, aun así, paciente y tanteando alegría, qué fue lo que pasó) por el recuerdo reciente de un golpeteo tosiente, no exactamente agradable. Siendo, por ejemplo, el padre de quien cree que ha tosido, se dirigiría a la oficina del posible tosiente, encontrando allí al tosiente real y al no tosiente. Este segundo, por supuesto, ha estado inactivo en cuanto a tos se refiere, por lo que se pregunta el por qué de la llegada de su padre. El que ha estado activo no es que sepa por qué vino, pero no siempre se lo pregunta. No nos adentraremos en la cortesía que debería ejercer el no tosiente al recibir dudoso a su padre, sino a la pregunta del padre, en este caso puede tener varias formas verbales:
1) ¿Tosiste?
2) ¿Vos tosiste? (del mismo modo que preguntó el hermano desde México)
3) Escuché algo parecido a una tos ¿Fuiste vos?
En todos los casos, la respuesta de por sí será la siguiente: no. Sin embargo, para el primer caso, al omitirse la palabra ‘vos’, habría que agregar una gesticulación que va desde la postura corporal hasta la mímica del rostro. De todos, en cualquier caso la mímica del rostro debería tener una media risa, pero no de malicia sino al estilo del ser querido que pregunta algo.
Si hay una puerta que separa el espacio donde se encuentra el tosiente y el curioso, sería mejor abrirla solo a la mitad y asomar el rostro, inclinar el cuerpo hasta alzar la pierna que esté más lejana a la puerta y poner de puntilla la pierna de apoyo en el instante que se pronuncia el acento prosódico ‘sis’, de la palabra ‘tosiste’. El dedo índice debe señalar, pero solo en ese mismo instante, pues en caso de sostenerlo señalando durante más tiempo podría ser que la media sonrisa de afecto y condescendencia no fuera bien notada y se dijera que hay una acusación. El dedo pulgar se mantendría señalando hacia arriba en disposición de votante.Al recibir un no por respuesta, nuevamente podría terminar la conversación de un modo abrupto y quizá decepcionante. La media sonrisa de afecto no tendría razón de ser y su desaparición repentina podría crear, en conjunto con el no como respuesta y el cierre consecuente de la puerta, la sensación de que la comunicación es cortante y se busca laconismo por desagrado, cuando el fenómeno causante de desencadenamiento de los hechos anteriores, en realidad debería ser aislado de los patrones de conducta familiares o de los amigos de alta estima.